Hola Jorge Humberto, es un placer volver a saludar a tu finísimo público. Hoy comentaré el subsidio a los energéticos, y en este tenor, les tengo dos noticias: una buena y una mala:
A. La buena, es que en lo que va del sexenio los habitantes del país nos hemos beneficiado con un billón de pesos a través de los subsidios a la electricidad, la gasolina, el diesel y el gas.
B. La mala, es que el mayor gasto en esta cuarteta lo realizan las familias de mayores ingresos y, contrariamente a lo que dicta el mensaje, los menos beneficiados son los que más necesitan este tipo de apoyos.
Un subsidio es una prestación pública asistencial de carácter económico. Se trata de un medio para estimular el consumo o la producción, o de una ayuda que se brinda por un periodo determinado (que generalmente nunca se termina). Un subsidio se utiliza para alcanzar una meta social, se aplica a productores para favorecer discrecionalmente a determinadas actividades productivas o a consumidores especialmente pertenecientes a grupos sociales de escasos recursos.
Los subsidios tienen dos problemas básicos, por una parte, el subsidio es la diferencia entre el precio al que se debería vender una mercancía y el precio que paga el consumidor, así que el precio pagado es inferior al precio que le correspondería en el mercado, lo que provoca un consumo excesivo de mercancías. Por otra parte, cuando un subsidio está mal dirigido hay grupos sociales que se benefician con el apoyo, pero que por su condición de percepción de ingreso están en la posibilidad de pagarlo sin demérito de su nivel de vida.
En los últimos cinco años los subsidios mexicanos a la electricidad, gasolina diesel y gas LP ascienden a más de un billón de pesos, sí, a más de un millón de millones de pesos. Esta estratosférica cifra equivale al 7 por ciento de toda la producción de bienes y servicios que generaremos en este año y también es parecida a una tercera parte del reciente aprobado presupuesto de egresos del gobierno federal.
Según el INEGI, de cada 100 pesos en promedio que normalmente gastamos en energéticos, erogamos la siguiente cantidad: 3.6 pesos en electricidad, 1.8 pesos en gas doméstico y 4.2 en gasolina de alto y bajo octanaje. En suma, del total del ingreso destinamos casi 10 pesos en energéticos, suma que es equivalente al gasto total que hacemos en educación y esparcimiento y también parecida a la que erogamos conjuntamente en ropa, calzado, fondas, torterías y taquerías.
El gasto en energéticos es importante y los subsidios están mal enfocados. El 34 por ciento de la población, la de mayores ingresos, se beneficia con el 50% del subsidio, el 42 por ciento de la población, el estrato de ingresos medios, es beneficiaria del 36 por ciento de los apoyos y el 25 por ciento de la población, la de menores ingresos, solo obtiene el 14 por ciento de ellos. Traduciendo esto a pesos y centavos, esto significa que en promedio mensual, cada hogar de ingresos altos recibe 800 pesos de subsidio, a cada hogar de ingreso medio le llegan 450 pesos y a cada hogar de ingreso bajo apenas le tocan 280 pesos. No cabe duda que la población que más ayuda requiere es la menos beneficiada por los subsidios energéticos.
Estimado radioescucha, el próximo año el gobierno federal obtendrá recursos por 3.7 billones de pesos, según la ley de ingresos, pero de ellos, alrededor de 200 mil millones de pesos se canalizaron a los consumidores de energéticos, sobre todo a los hogares de ingresos medios y altos. La cifra de subsidios no es menor, ya que representa una tercera parte del ISR o el 40 por ciento del IVA. Así que, si no podemos alcanzar una reforma fiscal, con eliminar los subsidios a los energéticos la recaudación aumentaría en cerca de dos puntos porcentuales. Además de eliminar los subsidios mal enfocados, a los legisladores les vendría bien eliminar su ignorancia económica. Como decía la abuela, “Para ser tonto, los libros son estorbo”.
Para el Poder de la Discrecionalidad, soy Miguel Cervantes y estaré con ustedes la próxima semana, gracias.
jueves, 17 de noviembre de 2011
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