Hola Jorge Humberto, es un placer volver a saludar a tu finísimo público. Hoy comentaré el alza de precios y la consecuente llamada “cuesta de enero”. En este tenor, les tengo dos noticias: una mala y una peor.
A. La mala, es que los precios de los bienes continúan elevándose.
B. La peor, es que las tarifas de los bienes y servicios que nos “vende” el gobierno son el origen de la denominada “cuesta de enero”.
La navidad y el año nuevo nos trajeron regalos a los ciudadanos mexicanos. Los precios de los bienes comenzaron la escalada. No es una nueva noticia, de hecho, desde hace algo más de dos años, los precios internacionales de los alimentos se han venido incrementado incentivados, no por el cambio climático, sino por el uso de granos básicos utilizados en la producción de biocombustibles y por el aumento de la demanda de naciones que si han crecido, tal es el caso de China y la India, entre otras. Sin embargo, en México en tan sólo unos días los precios de algunos alimentos se han disparado. Por ejemplo, las uvas que a mediados del año pasado las comprábamos a 20 pesos, ahora las pagamos a 60 pesos, quizá haya motivo porque cada uva representó uno de doce deseos –y si me exprese bien, dije deseos, mas no logros-, un refresco de afamada firma subió de 19 a 21 pesos su presentación de tres litros; la papa de 18 llegó a 22, y la lista no termina porque también subió la tortilla, la leche, el huevo, el aceite, el frijol, la cebolla, el tomate, la calabaza, el atún, la carne de res, la de pollo, el azúcar e incluso las comidas corridas; por tan sólo mencionar algunos productos que son consumidos por todos los estratos sociales, pero son las familias de menores ingresos las que más gastan en ellos.
La pregunta obligada es, lo que comúnmente denominados “la cuesta de enero” ¿acaso es una fecha calendario como la navidad o la semana santa o el día de madres que cada año debe repetirse?
La respuesta es un rotundo no. Lo que sucede es que el gobierno se aprovecha de una fecha de exacerbada alegría, en donde las familias gozan de los recursos adicionales que les proporcionó el aguinaldo, para subir los impuestos, la gasolina, el gas, la electricidad, las tarifas de las autopistas, pero sobre todo el salario mínimo. De esta forma los ciudadanos, padeciendo una ilusión monetaria decembrina pensaran que lo podrán sobrellevar; pero conforme avanzan los días se dan cuenta que era una quimera, una mera ilusión festiva.
Recordemos que el Congreso de la Nación recientemente aprobó el aumento del IVA al 16%, el impuesto sobre la renta al 30%, el impuesto a los depósitos en efectivo al 3% y el impuesto especial aplicado a las bebidas de contenido alcohólico, a los tabacos, a los juegos y a las telecomunicaciones. El motivo real fue el siguiente, como el petróleo ya no deja lo suficiente, pues que los ciudadanos paguen nuestros onerosos sueldos. Pero el factor más pernicioso es el “generoso” aumento del salario mínimo de 4.8%, un aumento espectacular de tres pesotes; ahora podemos aspirar a ganar algo más de 57 pesos diarios.
Pero esto no es todo, porque en el caso particular de la Ciudad de México, el jefe de gobierno, Marcelo Ebrard, decidió aumentar el precio del boleto del metro en 50 por ciento, lo subió de 2 a 3 pesos. Y esto sí es un verdadero golpe al bolsillo de los ciudadanos metropolitanos; a pesar de que le depositaron su confianza cuando votaron por su partido; ¿porqué no lo hicieron antes de las elecciones?
Estimado radioescucha, la cuesta de enero pareciera que debe repetirse cada enero de todos los años. Pero esto es falso, quien lo propicia es el gobierno con el aumento de los precios de los bienes y servicios que ofrece, sobre todo del salario mínimo, el que debería estar relacionado con la productividad, no solo con la inflación. Por lo menos este año si tendremos una ventana por donde entre el sol: la economía de Estados Unidos si va a crecer y con ello nosotros.
Para el poder de la discrecionalidad, soy Miguel Cervantes y estaré con ustedes la próxima semana. Gracias.
lunes, 11 de enero de 2010
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